Reparto equitativo de los cuidados
Reproducción del artículo publicado en el nº60 del Boletín de Igualdad del Ministerio de Igualdad en el mes de mayo del 2020 con el título Reparto Equitativo de los cuidados e incorporación igualitaria del talento: motores para superar la crisis generada por el COVID
El estremecedor relato que realiza la Premio Nobel Svetlana Alexievich de las mujeres que combatieron en las filas del Ejército Rojo durante la Segunda Guerra Mundial en su novela “La guerra no tiene rostro de mujer”, nos da a conocer la historia de miles de rostros femeninos que desempeñaron tareas que hasta ese momento sólo se asignaban a los hombres. La Segunda Guerra Mundial marca un hito en la participación de las mujeres en el mundo laboral. Un importante cambio social se engendró como consecuencia de una dramática situación para la humanidad.
La pandemia por COVID-19 está poniendo a la humanidad nuevamente ante un reto inesperado, dramático. Empresas y ciudadanía, en el esfuerzo por contener la devastación, van a tener que reinventarse para superar las consecuencias personales y económicas. Nuestra civilización ha ido avanzando en muchos derechos básicos, a veces de forma abrupta, otras en procesos de transformación social que han requerido años para materializar lo que ahora consideramos derechos. Los movimientos por la defensa de los derechos de la mujer, su acceso igualitario al trabajo y un reparto justo de tareas y rentas, se estaban viendo en todo el mundo, con mayor o menor intensidad. También en nuestro país.
La pandemia de COVID-19 y sus consecuencias en la economía pueden impactar en la consolidación de los cambios sociales necesarios. El confinamiento, necesario para detener el avance del virus, puede evidenciar muchos de los desequilibrios sociales existentes en nuestro país en el reparto de tareas y acceso al trabajo. Hoy, las labores de cuidado y sanitarias siguen recayendo mayoritariamente en mujeres. En España, según la EPA, el 74% de las profesiones sanitarias y de asistencia social están ocupadas por mujeres. Unas profesiones de marcado carácter vocacional que, analizando la distribución de la población estudiantil en estas materias, anticipa que esta división sexual del trabajo no cambiará de tendencia. Cerca del 70% de estudiantes de ciencias de la salud son mujeres.
La crisis nos está descubriendo la necesidad de valorar, de manera justa, la contribución de estos colectivos al bienestar de la sociedad. Y también de entender qué significa el valor del trabajo y su reparto. La tradicional segregación horizontal del mercado de trabajo, así como la distinta valoración social de los trabajos ocupados mayoritariamente por mujeres, posiciona a las mujeres en sectores y profesiones cuya retribución se sitúa en bandas salariales medias y bajas, como es el sector sanitario y de cuidados mencionado al inicio. Ello explica, en gran medida, los desequilibrios salariales que se siguen observando en nuestro país.
Es una realidad que las mujeres acceden en menor medida a posiciones de mayor rango y responsabilidad en las empresas, posiciones generalmente caracterizadas por salarios situados en las bandas altas. Atendiendo a los datos de la EPA, sólo el 31% de los puestos directivos y gerentes en las empresas son ocupados por mujeres. A pesar de los esfuerzos y legislaciones, el acceso de la mujer a estas posiciones sigue siendo minoritario. Es el fenómeno descrito como el techo de cristal. Antes de esta crisis, las estadísticas muestran que las mujeres son las que más contratos a tiempo parcial tienen (mayoría de reducciones de jornada), según la EPA el 74% de estos contratos corresponde a mujeres, que en el 94% de los casos aluden que los motivos por los que eligen esta opción es por cuidado de hijos e hijas o personas dependientes.
A pesar de las recientes medidas de corresponsabilidad puestas en marcha en nuestro país, las mujeres se encargan todavía prioritariamente de los cuidados y del trabajo doméstico no remunerado. En un reciente estudio de la consultora AFI, se mostraba que las mujeres en la familia dedicaban 3 horas más al día a las tareas del hogar y el cuidado que los hombres. Por cada hombre que se sale del mercado para dedicarse a estas tareas hay 9 mujeres.
¿Qué cambio social podemos esperar como consecuencia de la crisis de la COVID-19?
El confinamiento ha obligado a cambiar muchos de los hábitos y reglas del juego vigentes. Sería interesante un estudio que analizase cómo se ha comportado el reparto de tareas durante esta cuarentena y si esos cambios pueden ser la semilla para cambios mayores en el reparto del cuidado.
Hasta ahora, cuando una familia se ve en la necesidad de tomar la decisión de quién de los dos progenitores tiene que reducirse la jornada, pedirse una excedencia o incluso dejar el trabajo para atender una necesidad de cuidado de menores, mayores o personas dependientes, quien renuncia es habitualmente quien tiene el trabajo peor remunerado, y que suele coincidir con las mujeres. Es lo que se denomina “el círculo vicioso del cuidado”. La COVID-19 nos está sugiriendo una valoración muy diferente del cuidado. Ojalá que esta situación ayude a poner adecuadamente en valor esas profesiones y su contribución al Estado del Bienestar.
El momento de la verdad es ahora
Muchas personas nos estamos preguntando qué pasará en el momento en que se retorne a la plena actividad empresarial. Las organizaciones y las empresas necesitan adaptarse a una nueva realidad, una crisis sin precedentes que no hemos visto venir y que perfectamente podemos comparar con una guerra en términos de devastación económica. Centenares de miles de empresas están en serio riesgo de desaparecer en nuestro país, y las más sólidas y solventes también estarán impulsadas, por inercia, a centrase en garantizar la continuidad empresarial. Balance, liquidez y evitar la quiebra.
¿Habrá sitio en este escenario para pensar en seguir avanzando en derechos sociales y, en particular, en los derechos de la mujer? Es evidente que después de este parón económico serán necesarios ajustes, ya los estamos viendo, no sólo con los numerosos ERTE sino con el cese de muchas actividades. Puede que una de las primeras reacciones naturales en las compañías sea proteger a quienes tienen el salario garantizado, que corresponde con las capas privilegiadas en las que el porcentaje de representación femenina apenas alcanza el 30%, y además eso implique una baja participación de la mujer en la elaboración de los planes de contingencia de las compañías. Y una potencial mayor destrucción de empleo femenino.
Ahora es el momento de ver el grado de penetración que han tenido las políticas en materia de igualdad, si meramente se han hecho para cumplir con la legislación vigente y para ser más atractivos a la hora de atraer talento, o porque realmente está integrado en los valores de la compañía. Las empresas que quieran ser empresas admiradas y respetadas, no ya en el corto plazo sino en el largo plazo, tendrán que ejercer un liderazgo responsable e inclusivo para recuperar la confianza de todos sus grupos de interés (plantilla, accionistas, clientela, inversiones).
Un liderazgo inclusivo significa dar poder al conjunto. Lo acabamos de ver en las trincheras de los hospitales, allí no ha habido clases, no ha habido mujeres u hombres, no ha habido jóvenes o mayores, no ha habido nacionalidades, no ha habido categorización de la diversidad, ahí han estado todos y todas, sumando lo que mejor sabían hacer. Por ello, no debemos perder de vista la fotografía social para que no se sacralice el reparto desigual del trabajo y las rentas, para que no se dé un paso atrás. Este es un momento de la verdad, de trabajo en la retaguardia, de mostrar la autenticidad de cada empresa para conectar a todos, a hombres y mujeres. Como dijo Svetlana en una entrevista, “En la guerra que narran las mujeres no hay héroes ni hazañas increíbles, tan solo hay seres humanos involucrados en una tarea inhumana”. Para superar esta crisis, necesitamos de la involucración de todo el talento por igual.
Photo by Cristian Newman on unsplash